28. Como un león hambriento

Después de unos minutos, los párpados de Gabriella estaban casi cerrados. Era una noche muy tranquila para ella. Sin Max, sin coerción. Solo estaba Snowy y la suave cama debajo.

Inesperadamente, la puerta se abrió de par en par. La mujer se volvió consciente al instante.

—¿Max?— suspiró antes de t...

Inicia sesión y continúa leyendo