66. Crece la sospecha

Max estaba en silencio, escuchando a Gabriella. Sus manos estaban apretadas en puños mientras su mandíbula palpitaba de ira. No eran las palabras las que perforaban el corazón de Max, sino las lágrimas de la mujer.

—¡Deja de llorar! No me gusta verlo —dijo el hombre, cambiando repentinamente el sig...

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