NOVENTA Y TRES

James y Monica se quedaron inmóviles de la impresión al ver a Olivia en la puerta, con el rostro pálido. Olivia entró lentamente en la habitación, ignorando el dolor en su cuerpo.

—¿Olivia? —exclamó Monica, acercándose a ella—. Se supone que deberías estar descansando. ¿Qué haces aquí?

—No podía q...

Inicia sesión y continúa leyendo