CAPÍTULO CIENTO DOCE

—Sshh, amore. Siento haberte asustado. No llores más, por favor, perdóname —me abrazó fuertemente. Coloqué mi mano en su cabeza, acariciando su cabello.

—Lo siento, bambina, no puedo soportar verte llorar. Prometo tener cuidado y no lastimarme —dijo con un tono quebrado pero sincero.

—¿Lo prometes...

Inicia sesión y continúa leyendo