CAPÍTULO DIECIOCHO

Mientras me movía en la cama y enterraba mi rostro aún más en las almohadas, las suaves sábanas me hacían cosquillas en las piernas desnudas. Solo necesitaba cinco minutos más de descanso y sueño. Mi estómago gruñó en protesta ante este deseo, y gemí antes de salir del cálido y mullido abrigo.

Trop...

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