CAPÍTULO SEIS

—¡Señorita! —una voz angustiada resonó en la habitación—. Por favor, despierte, señorita.

Sentí una mano en mi hombro sacudiéndome, arrastrándome fuera de mi sueño. Mis pesados párpados se abrieron y lo primero que vi fue la expresión preocupada de una mujer de unos veinte años, como yo. Llevaba lo...

Inicia sesión y continúa leyendo