CAPÍTULO SIETE

Sin ya estaba esperando cuando entré. Parecía un rey al final de la mesa. Su mirada implacable me detuvo en seco. Sus brazos tatuados estaban expuestos, a plena vista, con las mangas de su camisa negra arremangadas. Sentí un calor recorrerme cuando me evaluó con la mirada.

—Espero que hayas disfrut...

Inicia sesión y continúa leyendo