258

La luz desapareció de sus ojos. Sus labios se movieron, pero no emitieron sonido alguno. Debió darse cuenta de la gran metida de pata que acababa de hacer.

Oh, Marta. ¿Cómo diablos no me di cuenta de esto?

Sacudí la cabeza, dejando que mi decepción se notara.

—Jace tenía razón. Nunca estuviste em...

Inicia sesión y continúa leyendo