33

—¡No intentes escapar! —dije, un poco nervioso. Podía escuchar mi propia voz, aguda y chillona. No estaba en posición de hacer nada.

—Como si pudiera —dijo el anciano, mientras se sentaba en la roca y levantaba su pierna. Pude ver que se había golpeado con una piedra o algo así. Estaba sangrando.

...

Inicia sesión y continúa leyendo