CAPÍTULO 0 - HACE CINCO AÑOS

Una vez que un Hombre Lobo cumple 18 años, su contraparte de lobo se manifiesta, y cambia naturalmente por primera vez bajo una luna llena. Algunos lobos tenían suerte, y la luna llena caía en o justo después de su cumpleaños, mientras que otros tenían que esperar casi todo el mes. El primer cambio siempre era más difícil, por eso se hacía bajo la luna llena; la fuerza de la luna ayudaba con el proceso.

Para Saphira, ese año coincidió con una luna llena en su cumpleaños. Estaba tan emocionada. A medida que se acercaba la tarde, podía sentir la anticipación creciendo dentro de ella. Sus compañeros de manada se habían reunido alrededor, observándola con curiosidad y envidia mientras se preparaba para su primer cambio. Cuando la luna salió, ella corrió y se paró bajo la luz de la luna, esperando el cambio. Permaneció en el mismo lugar hasta que la luna pasó su punto máximo, y nada sucedió. Toda su vida había tenido pesadillas recurrentes de no cambiar. Solía pensar que se debía a no saber quién era su madre biológica, pero ahora sabía que era una mirada a su futuro.

La decepción fue aplastante. El corazón de Saphira se sentía pesado con el peso de sus sueños destrozados. Los susurros y murmullos de sus compañeros de manada se hicieron más fuertes, y podía sentir sus miradas juzgadoras atravesándola. De cualquier manera, estaba sin lobo. Corrió lo más rápido que pudo hacia las montañas y miró desde el acantilado, llorando en la noche, preguntándose por qué la diosa luna le haría esto. No podía entender por qué era diferente, por qué estaba maldita para seguir siendo humana mientras todos los demás abrazaban su verdadera naturaleza. Esto era lo único que quería en la vida. Lo único que la mantenía adelante. Ahora se había ido.

Mientras estaba parada al borde del acantilado, Ruby, su media hermana, la había seguido y le dijo que era una vergüenza para la familia y que debía ser eliminada. Ruby fingió alejarse, antes de girarse y cargar hacia ella con la clara intención de empujarla por el acantilado. Justo cuando el pánico se apoderó de ella, Connor apareció de la nada, corriendo hacia ella. Llegó primero y la empujó fuera del camino de Ruby. La fuerza del empujón de Connor hizo que Saphira se desparramara hacia un lado. Cayó al suelo con fuerza, el impacto le quitó el aire. Para cuando se puso de pie, Ruby ya estaba gritando sobre el borde del acantilado. Sus gritos resonaban en la noche, mezclándose con el sonido del río que corría abajo. El corazón de Saphira latía con fuerza en su pecho mientras escudriñaba frenéticamente el área buscando a Connor, pero no había rastro de él. Corriendo hacia el borde del precipicio, miró hacia el oscuro río abajo, gritando su nombre y rezando por una respuesta, pero la noche permaneció inquietantemente silenciosa. Las lágrimas corrían por su rostro mientras buscaba desesperadamente cualquier señal de él. El viento frío azotaba su cabello, añadiendo al escalofrío de temor que se había asentado en sus huesos. Llamó su nombre una y otra vez, su voz volviéndose ronca. Pero todo lo que recibió a cambio fue el rugido implacable del agua y el silencio inquietante de la noche.

No pasó mucho tiempo después de eso cuando el resto de la manada llegó. Saphira ni siquiera se había dado cuenta de que Ruby se había ido, pero Ruby ya había comenzado a esparcir rumores, acusándola de empujar a Connor. Los susurros se esparcieron como pólvora, y pronto toda la manada estaba llena de acusaciones y dedos apuntando. A pesar de los desesperados esfuerzos de Saphira por decir la verdad, nadie le creía. La desconfianza y la hostilidad en sus ojos eran palpables, y sentía como si las paredes se cerraran sobre ella.

La única razón por la que no la mataron en el acto fue porque, después de horas de búsqueda, no encontraron un cuerpo. Este hecho los dejó sin pruebas concluyentes de su supuesto crimen. La manada estaba dividida, entre aquellos que querían una retribución inmediata y aquellos que creían en la posibilidad de la supervivencia de Connor. Ella quería buscar a Connor ella misma, para probar su inocencia y encontrar a su hermano, pero en lugar de eso, fue llevada a la fuerza a las mazmorras de la manada para ser castigada como cualquier otro hombre lobo acusado de un acto tan atroz.

Fue sometida a dieciocho latigazos con un látigo recubierto de plata, correspondientes al número de años que había vivido. Este castigo también sirvió como un cruel recordatorio de que Connor nunca llegaría a su decimoctavo cumpleaños. La falta de un lobo significaba que la plata no la afectaba como lo haría a un hombre lobo, pero también significaba que sus heridas no sanarían tan rápido, si es que lo hacían. La peor parte del castigo, todos sabían que probablemente no tenía un lobo, así que había una alta probabilidad de que no sobreviviera a las heridas. Afortunadamente, o desafortunadamente, para Saphira, este no fue el caso.

Hasta el día de hoy, llevaba horribles cicatrices en la espalda, un recordatorio implacable de la muerte de su hermano. El dolor físico había disminuido con el tiempo, pero el tormento emocional persistía, entrelazado con las cicatrices y grabado en su alma. Cada marca simbolizaba no solo la pérdida de su hermano, sino también la culpa y la vergüenza que acompañaban su memoria. Sentía el peso del juicio de la manada presionando sobre ella, proyectando una sombra sobre cada aspecto de su existencia. Los susurros de sospecha y las miradas frías eran un recordatorio constante de su crimen percibido. A pesar de los años que pasaban, la carga de esa noche permanecía siempre presente, tallando profundamente en su corazón y mente.

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