SANADORA

Capítulo 2

—¡Por favor! No diga nada, doctor —Camila tiembla visiblemente miedosa.

Pero el médico ignora sus súplicas y sale corriendo, anunciando a todos los lobos que Camila es una loba sanadora.

Desesperada, Camila se vuelve hacia Daniel y le ruega:

—Para ellos seré un trofeo. Por favor, no permitas que me encierren.

Una loba sanadora era uno de los fenómenos más raros entre los licántropos. Tener una en la manada era considerado un tesoro invaluable. Muchas de ellas eran encerradas para evitar que se fueran, ya que su poder traía suerte y prosperidad.

Ambos jóvenes salen de la habitación mientras los ancianos se reúnen. Rodean a Camila y la abrazan efusivamente.

—¿Es verdad? ¿Salvaste a la reina? —pregunta un lobo que antes siempre la miró con desprecio, pero que ahora lo hace con admiración.

—Yo... —Camila, nerviosa, se suelta de los brazos que la rodean y corre a refugiarse en su habitación. El miedo se apodera de ella; sabe que cometió un error al revelar su secreto, el mismo que su Nana le pidió callar siempre para evitarle sufrimiento.

Daniel, con tono autoritario, enfrenta a los ancianos:

—Es cierto, pero no voy a permitir que la encierren. Camila le salvó la vida a mi madre y, a pesar de ser una marcada, siempre le estaré agradecido.

Los ancianos susurran entre ellos y, tras un breve intercambio, suben a la habitación para confirmar lo que el médico dijo. Sus rostros se iluminan con sonrisas maliciosas: tienen una gran oportunidad entre manos.

Angélica, mientras tanto, toma del brazo a Daniel.

—Mi amor, perdóname. No quería que mi hermana, esa tonta, te causara problemas, debemos desterrarla después de la boda.

Pero Daniel la mira con enojo. No puede olvidar que Angélica no mostró preocupación alguna por su madre.

Los ancianos se acercan al Alfa con una propuesta inesperada.

—Debes casarte con Camila.

El Alfa suelta una carcajada que pronto se convierte en una expresión de incredulidad.

—¿Están locos? — abre los ojos incrédulo ante la petición.

Angélica toma la mano de Daniel y declara:

—Yo soy su prometida.

Sin embargo, los ancianos insisten:

—Debes casarte con Camila. Una loba sanadora es lo que todo Alfa desea. Ella traerá riqueza y suerte a nuestra manada. La profecía de la diosa Luna lo confirma.

Daniel sacude la cabeza, negándose.

—¡No lo haré! Camila no es una loba digna de mí. Está marcada, es una sucia rebelde, muy lejos de la figura de esposa que quiero a mi lado.

—¡Debes hacerlo! —le increpan los ancianos— No puedes ir en contra de los principios lobunos. Camila es el sueño de cualquier manada.

Angélica gruñe, furiosa. Detesta que ahora quieran a la hermana que siempre ha odiado.

—¡Él ya habló! Es el Alfa y no quiere casarse con ella.

Joseph, el padre de Camila, interviene, aunque visiblemente pálido.

—Camila esta dispuesta, soy mi permiso y ella deberá casarse con el Alfa.

Angélica hace una pataleta, pero los ancianos la ignoran y miran a Daniel con seriedad.

—No permitiremos que desperdicies esta oportunidad. Si no accedes, la manada podría rebelarse contra ti.

Angélica, al ver que todos ceden ante la idea, corre furiosa hacia la habitación de Camila, quien busca consuelo en los brazos de su nana, Luna.

—Sé que cometí un error, pero tenía que salvarla. ¿De qué sirve este don si no puedo usarlo? —dice conmocionada y temblorosa.

Angélica irrumpe en la habitación y se abalanza sobre su hermana, llena de ira, sintiendo que perdió contra su eterna rival

—¡Maldita! Me quieres quitar lo que tanto me costó.

Joseph y Daniel intervienen para separarlas, pero Camila, confundida, grita:

—¡¿Qué pasa contigo?! ¿Estás loca?

Angélica, fuera de sí, replica:

—¡No te casarás con Daniel!

Camila mira a su padre con incredulidad, mientras Daniel aprieta la mandíbula.

—La manada ha ordenado que te elija como esposa. Es lo que debe hacer un Alfa con una sanadora.

Daniel, altivo, cree que Camila saltará de felicidad. Sin embargo, la respuesta de la loba lo deja helado.

—¡Nunca! Jamás me casaré con un lobo como usted, prefiero morir sola.

El rechazo lo golpea profundamente. Nunca antes había experimentado algo así. Furioso, ordena que todos salgan de la habitación. Su grito es tan fuerte que los vidrios tiemblan.

—¡¿Cómo te atreves a rechazarme?! Soy el Alfa. Las lobas se matarían por casarse conmigo.

—¡Perfecto! Entonces cásate con alguna de ellas y déjame en paz. Te recuerdo que eres tú quien está pidiéndome matrimonio —Camila alza la voz, determinada a no dejarse humillar de nuevo.

—¡A la fuerza será! Lo último que quiero es casarme con una asquerosa loba marcada —gruñe el Alfa.

Camila, indignada, le da una bofetada.

—Para mí también será a la fuerza.

Ambos discuten, conscientes de que nunca llegarán a un acuerdo. Daniel intenta ignorar sus emociones, pero no puede dejar de recordar a Camila en aquel momento vulnerable.

Finalmente, Daniel propone:

—Ellos no nos dejarán en paz. Fingiremos estar de acuerdo con el compromiso, al menos por unos días, hasta que encuentre una solución.

Camila asiente con la cabeza. Al salir de la habitación, Joseph la toma de las manos.

—Por favor, hija, necesito que aceptes lo que te piden.

Daniel se dirige a los ancianos con firmeza.

—Hablé con Camila y he decidido casarme con ella. Acepto que sea mi esposa.

Los ancianos los abrazan, y por primera vez, Camila siente un destello de aceptación de quienes siempre la despreciaron.

Joseph, emocionado, le da un beso en la mano.

—Gracias, hija. No sabía de tus dones, pero gracias a ellos serás nuestra reina.

Camila no esperaba nada de su padre, quien desde la muerte de su madre se había mostrado frío y distante. Este gesto de cariño la sorprende.

En medio de la falsa celebración, Angélica reaparece con los ojos llenos de lágrimas.

—¡Maldita! Te odio. Prefiero morir antes que perder frente a ti.

La loba toma un cuchillo y, sin previo aviso, se corta las venas.

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