CAPÍTULO TREINTA Y DOS

—Por favor, despierta, te necesito —dije torpemente mientras las lágrimas caían con más fuerza.

—Puede que nunca despierte —dijo una voz masculina detrás de mí.

Me giré hacia el comentarista grosero y molesto.

—¿Qué dijiste? —pregunté.

El chico parecía estar bajo algún tipo de líquido, tenía una...

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