CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

Saqué una navaja de mi bolsillo y la abrí, estaba hecha de plata y tenía una hoja desgastada pero afilada.

—¿Deberíamos esperar a que despierte? —preguntó Eli.

—No —respondí, tomé su brazo y comencé a tallar en su antebrazo, 'Él no es tuyo'. La sangre comenzó a derramarse y salpicar el suelo. Ella...