CAPÍTULO CINCUENTA Y SEIS (ii)

Las calles se llenaron con el sonido de llantas chirriando y el olor a goma quemada, en el callejón.

Tres autos, un Nissan plateado, un Toyota blanco y uno que no esperaba, un Mustang rojo.

El Mustang rojo era de mi hermano y eso no tenía sentido para mí.

Me detuve justo a tiempo para no chocar con ...

Inicia sesión y continúa leyendo