Volver a Leoma

Despertando en la cueva, el Alp sintió peligro. Su gruesa piel coriácea comenzó a temblar. Sentándose, miró hacia su abdomen. Su piel se movió lo suficiente para verlo, pero también lo sintió. Olfateando el aire, no pudo oler nada, pero su cuerpo le decía lo contrario. Sus heridas estaban curadas, l...

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