Puede alejarse de cualquier tentación

Golpeé el volante con la mano, el dolor agudo un pobre castigo para lo que acababa de hacer.

—¿Qué demonios me pasa? —murmuré, pasando ambas manos por mi cara. Mi corazón latía rápido, mi pecho estaba apretado, y no por algo noble. Era culpa, pesada e implacable.

Durante años, me enorgullecí de ma...

Inicia sesión y continúa leyendo