Hola, padre

—Por favor, perdóname… perdóname… perdóname, Anastasia.

Las palabras resonaban repetidamente en mi cabeza, dejándome aún más perplejo. Estaba parado en una esquina, cuidando mi corazón magullado.

El llanto silencioso en la habitación provenía de Vanessa. Ella estaba tirada en el suelo, con la cara...

Inicia sesión y continúa leyendo