¿Esa niña es mía?

Apagué el motor pero no bajé del coche inmediatamente. Elena no había dicho ni una palabra durante todo el trayecto y ahora seguía igual de pálida. Y seguía sollozando en silencio.

Me moría por secar esas lágrimas pero no quería molestarla ni un poco. Así que mantuve las manos quietas.

Finalmente,...

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