Nunca te perdonaré

—Elena— me agaché frente a ella, con mis manos apoyadas en la cama, a sus costados —. Entiendo que estés enojada y destrozada por esto. Ciertamente no esperabas que lo que teníamos resultara en esto. Yo tampoco lo esperaba…

Dios, ¿por qué mis labios temblaban tanto? ¿Por qué mis nervios estaban tan...

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