Su riqueza

—¡Oye!—rugió uno de los guardias rebeldes desde afuera—. ¡Levántate y come la maldita comida!

Levantarme era imposible. No podía. Mis piernas estaban muy magulladas por todas las cadenas y las torturas atroces.

Tenía un ojo negro excruciante en el ojo derecho y el izquierdo estaba ligeramente hinc...

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