Su ruina

—Elena…

La voz era débil. Profunda. Ronca. Vince.

Mi corazón dolía de nuevo y me moría por acercarme a la voz. A él. Para llorar mi corazón y rogarle que nunca se fuera. Para decirle que lo siento.

Pero cuanto más estiraba mi mano hacia él, más fuera de alcance estaba.

—Elena…

Sentí una mano so...

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