Ya no es mi hijo

Verlo retorcerse de dolor hizo un poco para calmar mi ira. Ya estaba poseído por cada pizca de enojo, celos y amargura que he sentido desde que me di cuenta de que él era el maldito bastardo que me vendió.

El impulso primitivo de matarlo resonaba en mis nervios. Un ansia letal de romperle el cuello...

Inicia sesión y continúa leyendo