Capítulo veintidós

Odio la posesión que escucho en su voz, como si yo fuera una propiedad que se le escapó, que le fue robada. Cuando en realidad, yo era una mujer feliz de ser libre. Había una parte de mí, una parte retorcida, que se sintió aliviada el día que Jay vino y me sacó de esa prisión. Cambié un monstruo por...

Inicia sesión y continúa leyendo