Desde lo más profundo de su alma

—«¡Quítate de ahí, puta!» —ruge, y la empuja con tanta violencia que Katia choca de espaldas contra la puerta. El dolor le recorre la columna, pero aprieta los dientes y no se mueve.

—¡No vas a cruzar esa puerta! ¡No vas a tocar a mi hija nunca más!

Ricardo ríe con desprecio y la agarra del cabello...

Inicia sesión y continúa leyendo