Capítulo 318

Las lágrimas caían libremente, ríos desenfrenados de desesperación que corrían por mis mejillas. La oficina del Dr. Morrison, que una vez fue un santuario, ahora era testigo del desmoronamiento de un alma cargada de culpa, autodesprecio y el pesado peso de las consecuencias. Sentía como si me hubier...

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