Capítulo 34 El duelo de los hermanos

El amanecer nunca llegó. El horizonte estaba cubierto por un resplandor rojo, como si la sangre se hubiera derramado en el cielo mismo. El bosque ardía a lo lejos, no por fuego, sino por la grieta que se ensanchaba, escupiendo energía oscura con cada latido.

El templo entero estaba en guardia. L...

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