Vete al carajo

Con mis dedos aún en su cabello, comencé lentamente a menear mis caderas, lista para sentirlo dentro de mí. —¡Impaciente, ¿eh?! —notó, riendo antes de deslizar su mano entre nuestros cuerpos hasta llegar a mi entrepierna. —Sí, oh Dios —un gemido escapó instantáneamente de mi boca al sentir sus dedos...

Inicia sesión y continúa leyendo