Capítulo 3 Endemoniadamente sexi Parte 1

Meses antes

—¡Señorita Bennett! —escucho el grito proveniente de la oficina de mi jefe, ante lo cual ruedo los ojos y tomo mi tablet, tiene un teléfono en su escritorio con línea directa al mío que, por cierto, se empolva porque es incapaz de levantarlo y comunicarse conmigo como lo harían las personas civilizadas, pero no, él malhumorado y detestable de mi jefe prefiere llamarme a gritos como el cavernícola que es—. ¡Señorita Bennett! —vuelve a gritar cada vez más fuerte.

—Dígame, señor Cavalluci —respondo cuando pongo un pie en su oficina y le regalo una cálida sonrisa, mientras por dentro le recuerdo a su querida madre de una y mil formas diferentes como cada mañana.

—¿Ya tiene listo todo para la junta de esta tarde con los directivos? —cuestiona al tiempo que me lanza una mirada gélida, de la cual Elsa de Frozen estaría sumamente orgullosa, aunque, ahora que lo pienso, ella debió ser pupila de este hombre.

—Ya está todo listo, las carpetas están ordenadas de acuerdo con los puntos a tratar en la junta, todos han confirmado su asistencia, además de que les deje entrever que, si no hacían acto de presencia, para las siguientes reuniones no se les tomaría en cuenta y en dado caso, usted tiene plena facultad de realizar los cambios que considere pertinentes, también he confirmado en el restaurante de siempre donde se ve cada viernes con el señor De Santis.

—Bien, puede marcharse —me indica con su mano que salga cuanto antes de su vista y cuando no me ve, lo fulmino con la mirada. En cuanto estoy afuera de su oficina, me voy corriendo hasta mi escritorio haciendo un bailecito bastante ridículo.

—¡En tu cara, Cavalluci! Te quedaste con las ganas de reprenderme esta vez —Levanto mis brazos como si hubiese ganado una batalla al tiempo que comienzo a cantar, We are the Champions de la mejor banda que pueda existir hasta el momento, Queen.

—¿Ahora qué le hiciste al apetecible y comestible de tu jefe Reyyan? —me interrumpe Gianluca justo cuando estoy entonando la mejor parte, bajo los brazos y comienzo a asfixiarme con mi propia saliva.

—¡Mierda, Gianluca! Me has dado un susto de muerte, por un momento pensé que era el amargado de mi jefe —le reclamo en cuanto este deja de golpear mi espalda y limpio las pequeñas lagrimitas que escaparon de mis ojos al sentir que San Pedro me daba la bienvenida a su lado, como la buena alma caritativa que soy.

—Ese vocabulario, Reyyan, ¿con esa boquita besas a tu madre? —inquiere con una sonrisita, endemoniadamente sexi, que mojaría las bragas de cualquier mujer, menos las mías, claro está.

—Esa frase se escucha mejor en el sexi de Iron Man, no en ti, Gianluca —dicho esto me hace un mohín, me levanto de mi asiento y beso su mejilla—. Bien, en ti es aún más sexi, tanto que haces que me dé calor, ¿contenta? Y para tu información, sí, mi madre que es demasiado religiosa no tiene problema con mi lenguaje, no veo por qué tú lo tendrías, ella me ama tal y como soy.

—¡Ash! Eres odiosa cuando te lo propones y obvio te ama porque eres su hija, no le queda otro remedio. Solo venía porque quiero invitarte a un nuevo antro que abrieron hace unos días.

—¿Es un antro gay? —pregunto con la boca en una fina línea.

—Sí, pero…

—Pero nada Gianluca, la última vez que acepte salir contigo a un antro de ese tipo, tuve que salir corriendo por qué una tipa no dejaba de acariciar mi trasero, otra tocaba mi hombro de tal forma que tuve miedo de que me desnudase en ese instante, y por último otra no dejaba de insinuarme si deseaba hacer un trío con su pareja así que no, no pienso ir contigo. Si quieres invitar a mi jefe o a Marcello, ellos encajan a la perfección en ese lugar.

—¿A dónde me quieren invitar? —escuchamos la voz de Marcello y, como si estuviésemos coordinados, Gianluca y yo damos un pequeño brinco en nuestros respectivos lugares.

—¡Señor De Santis! —saludamos ambos al mismo tiempo. Este se queda esperando una respuesta por nuestra parte, por lo que yo miro a Gianluca y de esta forma le aviento la pelota, por así decirlo, para que él nos saque de esta.

—Yo… bueno es que yo, estaba invitando a Reyyan a un antro gay, pero la aguafiestas no quiere ir conmigo, por eso ella sugirió que usted y el señor Cavalluci podrían ir conmigo, pero no se preocupe, sé que eso es imposible.

—Cuenta con ello, Gianluca, ahí estaremos, nos hace falta sacudir el cuerpo, pero después de nuestra cena te alcanzaremos en el lugar. Señorita Reyyan, debo hablar con mi hombre, espero que eso no le moleste —comenta dirigiéndose a mí, batiendo sus pestañas, como tratando de hechizarme, como lo hace con todas las personas.

—Permítame, le aviso que ha llegado. —Toco a la puerta de mi jefe y, después de escuchar su gruñido de que puedo entrar, le informo que su novio se encuentra aquí.

—¿Y qué espera para hacerlo pasar? ¿Quiere que yo salga a recibirlo? —brama, molesto.

—Es su novio, es lo menos que se merece por soportarlo durante años, hasta debería ponerle guardaespaldas con lo delicado que es —mascullo en un murmullo ininteligible. Cuando estoy por darme la vuelta, escucho una fuerte carcajada proveniente de Marcello—. ¡Puede pasar! —Me hago a un lado y este pasa junto a mí aún con un rastro de sonrisa en su hermoso rostro.

—Gracias, Reyyan, es muy divertido venir aquí y conocer lo que piensas de mí, Alexandros —susurra y me guiña un ojo cuando estoy por cerrar la puerta, abro los ojos como platos y trago fuerte, no puede ser que mi mala suerte sea para con mi jefe sino también con su pareja.

Continúo con mi trabajo o bueno, en realidad finjo que trabajo, mientras me pongo a leer chismes de revistas en mis redes sociales, ¿qué más puedo hacer si tengo mi trabajo al corriente y hasta por adelantado? Las ventajas de ser tan eficiente y, ante lo cual, mi querido y detestable jefe se ve impedido en despedirme.

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