Capítulo 4 Endemoniadamente sexi Parte 2

Estoy riendo por las cosas que leo cuando de un momento a otro escucho un gemido alto y fuerte, seguido de algunos golpes en el escritorio de mi jefe, «¡Maldita sea! Ya van a empezar, no puede uno holgazanear a gusto» pienso al tiempo que miro la hora en mi ordenador y veo que aún me falta media hora para salir a comer, cada vez que algo así sucede pierdo el apetito.

—¡¡Azótame, más fuerte Alexandros!! —escucho el chillido de Marcello y siento como mis mejillas se enrojecen debido a la vergüenza.

Ya debería de estar acostumbrada a este escándalo después de tres años, pero ellos cada vez se vuelven más desinhibidos y de tan solo imaginar sus perfectos cuerpos entregándose a la pasión del momento, hace que por días tenga sueños húmedos donde aparecen ambos hombres y yo soy su manzana de la discordia.

—Dime diosito, ¿qué pecado he cometido para estar rodeada de tanto hombre guapo y sexi desde el cabello hasta la punta de los pies? Pero lo peor de todo no es eso, sino que esos hombres supuran más feromonas que yo —me quejo amargamente al tiempo que tapo mis oídos y espero que esta media hora se vaya como agua.

Hace tres años

Me encuentro de pie en el enorme pasillo observando como una a una las chicas pasan para entrevistarse con la encargada de Recursos Humanos, a algunas las he visto que salen con una enorme sonrisa en el rostro y me parece que han pasado el siguiente filtro, el cual consiste en entrevistarse directamente con el dueño, el señor Cavalluci.

Debido a que tiene tres días que llegue a Italia, no sé mucho sobre este hombre, solo que poco a poco fue consiguiendo que su empresa lograse sobresalir del resto y ahora es reconocida como una de las mejores agencias de publicidad en el país, sin olvidar el pequeño detalle que según se dice es muy quisquilloso en su trabajo, bastante grosero, engreído y prepotente, en pocas palabras alguien que se cree tocado por Dios.

Después de unos quince minutos es mi turno de pasar, le entrego mi expediente a la encargada, quien me realiza algunas preguntas sobre lo que sé hacer, programas que sé manejar y que tanto puedo aguantar, trabajar bajo presión, con ya decirme esto, sé que el señor Cavalluci debe de ser alguien difícil de tratar, por lo que miento solo un poquito y le aseguro que se me da de maravilla. Asiente ante mis palabras y después me informa que tendré una entrevista con el dueño ese mismo día.

Subo hasta el piso que me indicaron y tomo asiento en un pequeño sillón, en cuanto estiro un poco mis piernas sale una de las chicas que están para quedarse con el puesto, observo su ropa la cual consiste en una microfalda que más bien se asemeja a un taparrabos y una blusa la cual es digna de un antro, sale con los ojos rojos y limpiándose las mejillas por lo que comienzo a espantarme, «¿Qué diantres le habrá dicho ese hombre para que saliese así?» No termino de hacer mis conjeturas cuando escucho una voz grave que grita «La siguiente», tomo mi bolso y me apresuro a la oficina del dueño.

Toco la puerta y me permite pasar, ni bien he cerrado cuando lo escucho lanzar un sinfín de maldiciones.

—¡Maldita sea! Todas son igual de ineptas, parece que solo quieren lanzarse a mi cama, ¡Imbéciles!

—¡Buenas tardes, señor Cavalluci! —saludo antes de darme la vuelta, si bien esperaba encontrarme con un anciano que esté a punto de dar su último aliento y por eso sus gritos dignos de una persona histérica, me quedo muda durante unos segundos al ver al endemoniadamente sexi dueño de MediaCavalluci Inc.

«¿Quién no quisiera saltar a su cama? Hasta yo me imagino formándome varias veces en la fila para comerme un manjar como ese» Es un hombre bastante alto (y eso que yo mido un metro setenta y cinco sin tacones), unos hermosos ojos azules y su barba bien arreglada le da el aspecto de todo un rompecorazones, sacudo mi cabeza y me acerco a su escritorio, me indica con un movimiento de mano que tome asiento y al mismo tiempo le tiendo mis documentos.

—¡Buenas tardes, señorita Bennett! —comienza a leer todo y veo que su ceño se frunce por un instante. ¡Oh no!, eso es mala señal—, ¿por qué decidió dejar su puesto como asistente en Meyer´s Femme, además de obviamente cambiar de residencia?

—La verdad es que deseaba un cambio, experimentar en otras empresas, después de tres años con ellos sentí que debía volar, también como puede ver tengo muy buenas referencias por parte del señor Dumas.

—Es lo que veo, no deja de alabar la forma en que se desenvuelve y menciona que usted es un excelente elemento al que no se debe dejar ir tan fácilmente, ¿tenía alguna relación con su antiguo jefe? —inquiere en cuanto termina de leer la carta de recomendación.

—¡Por supuesto que no! ¿Quién me cree? Eso es denigrante, enredarse con su jefe —espeto, molesta por sus palabras, estoy por tomar mi bolso y mandarlo al diablo cuando asiente lentamente.

—Me gusta su forma de pensar, además, de que en cuanto a experiencia está más que calificada, solo que hay un pequeño inconveniente. El horario de salida no suele ser fijo, algunas veces tendrá que salir a altas horas de la madrugada, pero por eso no se preocupe, mi chofer la llevaría hasta su casa. Suelo exigirles demasiado a las personas que trabajan conmigo, por lo que espero esté dispuesta a hacer ciertos sacrificios. —Medito sus palabras un instante y dado que no tengo nada que perder, pero sí mucho que ganar, acepto.

—En todo trabajo siempre hay que hacer sacrificios —comento dándole la razón.

—Perfecto, en ese caso hablaré con Recursos Humanos para que elaboren su contrato y se incorpore con nosotros lo antes posible. —Me tiende la mano y se la estrecho, contenta de poder trabajar en una empresa como esta, sin saber la gran idiotez que acabo de cometer, es como si acabase de firmar un pacto de sangre con el mismísimo diablo.

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