CAPÍTULO 72 El primer descendiente de sangre

La nieve se colaba por mi abrigo como mil dagas heladas, pero no era el mordisco del frío lo que ponía a mi lobo en alerta—era el silencio antinatural que cubría el mundo, como si la tormenta misma contuviera la respiración, esperando a que se derramara sangre. Zuri avanzaba unos pasos adelante, sus...

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