Capítulo 6 Sin dudar
—¡Por fin llegas! —dijo la mujer, lanzándole una mirada de desaprobación—. No es la mejor impresión para tu primer día de trabajo, ¿sabes?
Paola se quedó atónita, sin entender exactamente lo que pasaba. Intentó explicar que venía para una entrevista, pero algo en la forma en que la mujer la miraba la hizo dudar.
—Lo siento… no tenía idea de que… —Paola comenzó, pero la mujer le hizo un gesto para que la siguiera.
—No hay tiempo para disculpas. Soy Ana Collins, tu supervisora. Tú serás mi asistente, y hoy tenemos una misión importante. La cadena va a hacer una entrevista exclusiva con una persona influyente en la ciudad, así que necesito que sigas mis instrucciones al pie de la letra. —Ana sacó una tarjeta de acceso del bolsillo y se la entregó a Paola—. Esto te permitirá moverte por las áreas de trabajo. No lo pierdas.
Paola, aún en shock, tomó la tarjeta y siguió a Ana sin decir una palabra más. Se sentía abrumada, pero al mismo tiempo no quería corregir a Ana; después de todo, esta podía ser su única oportunidad de demostrar su habilidad en un trabajo como este.
En la sala de equipos, Ana le entregó una cámara sorprendentemente pesada y varios accesorios adicionales. Paola, sin mucha experiencia en el uso de cámaras profesionales, trató de disimular su torpeza al sostenerla.
—Bien, esta es tu responsabilidad hoy, Paola. Espero que puedas manejarla sin problema, —dijo Ana con tono autoritario, mientras caminaban hacia la salida de la sala—. Recuerda que hoy estamos entrevistando a una figura clave en la ciudad, así que quiero que estés preparada para todo.
Paola asintió, tratando de procesar lo que ocurría. En su mente, repasaba la última vez que había tocado una cámara; no fue nada sofisticado, y mucho menos para un evento tan importante. Pero algo en la situación la hacía sentir que no debía detenerse. Por primera vez en mucho tiempo, alguien confiaba en ella para algo grande.
Paola tragó saliva mientras escuchaba las instrucciones finales de Ana, quien la miraba con ojos severos, casi como si estuviera evaluando cada uno de sus movimientos.
—Escucha, Paola, —dijo Ana, acomodándose el cabello y lanzándole una última mirada crítica—, lo único que tienes que hacer es sostener la cámara de modo que nadie se dé cuenta de que eres una principiante. Si arruinas esto, estarás fuera, y no voy a mover un dedo por ayudarte. ¿Entendido?
Paola asintió nerviosa, tratando de recordar los pocos conocimientos que tenía sobre cámaras, y le dio la cámara un par de ajustes. Pero una inquietud la invadió; algo en la manera en que Ana hablaba sobre la entrevista le hizo sentir una curiosidad que no pudo reprimir.
—¿Y quién es la persona a la que van a entrevistar? —preguntó Paola, intentando sonar casual.
Ana bufó, como si la pregunta le pareciera innecesaria. —Eso no debería importarte, Paola. Lo único que necesitas saber es que es alguien poderoso, alguien que mueve los hilos en esta ciudad. Todos lo adulan, y las mujeres... —hizo una pausa, esbozando una sonrisa irónica—. Bueno, corren a su cama en cuanto tienen oportunidad. Hoy tienes suerte de conocer a alguien así. Ojalá lo disfrutes, porque no todos los días se está frente a alguien tan influyente.
Paola asintió en silencio, sintiendo una mezcla de fascinación y nerviosismo. Mientras se dirigían al lugar de la entrevista, su mente empezó a divagar, imaginando cómo sería esa persona. ¿Sería un empresario importante? ¿Un político? ¿O quizás alguien más carismático y enigmático?
El pensamiento de que, quizá, estuviera a punto de conocer a alguien con tanto poder le daba un extraño vértigo. Este trabajo improvisado la había sumergido en un mundo completamente desconocido, y aunque estaba llena de dudas, algo en ella la impulsaba a seguir adelante con eso.
Paola sintió una punzada de sorpresa cuando Ana la dirigió hacia el estacionamiento de la televisora en lugar de una sala de entrevistas. Se quedó un momento en silencio, dudando si debería preguntar, pero Ana pareció notar su expresión perpleja y le lanzó una sonrisa irónica.
—¿Qué pasa, Paola? ¿Creías que alguien tan importante como él se tomaría la molestia de venir hasta aquí? —Ana sacudió la cabeza con algo de desprecio—. Tenemos suerte de que haya aceptado siquiera una entrevista de diez minutos. No cualquiera obtiene una oportunidad así.
Paola parpadeó, aún más confundida. Era sabido que TCL, la cadena de televisión para la que ahora trabajaba, era la más importante del país; usualmente, las personalidades más influyentes ansiaban aparecer en sus programas para ser entrevistadas. ¿Quién sería este hombre que consideraba la televisora como algo secundario?
Durante el trayecto en auto, Paola trató de calmar sus nervios y concentrarse en la tarea que tenía por delante. Pero cuando llegaron frente a una imponente mansión, su curiosidad y asombro aumentaron aún más. La residencia era elegante y vasta, rodeada de jardines bien cuidados y con una fachada de mármol que irradiaba lujo y poder. Había algo casi intimidante en la forma en que aquella construcción se elevaba sobre ellas, como si estuvieran a punto de ingresar a otro mundo, uno lleno de secretos y exclusividad.
Ana estacionó el vehículo, y una asistente salió de la mansión para recibirlas. Paola apenas tuvo tiempo de procesar el ambiente antes de que las llevaran hacia una de las habitaciones interiores. La asistente caminaba rápidamente, con una actitud eficiente y casi fría, sin intercambiar miradas con ellas. Llegaron a una gran puerta doble de madera tallada que estaba abierta de par en par.
Paola y Ana intercambiaron una mirada rápida y cautelosa. La escena frente a ellas tenía algo extraño, como si se estuvieran asomando a una situación inesperada. La asistente, al ver lo que ocurría dentro, se tensó y, sin decir palabra, retrocedió unos pasos, dejándolas solas frente a la entrada.
Paola y Ana observaron la escena con una mezcla de sorpresa y tensión. Frente a ellas, un hombre estaba de rodillas, temblando y suplicando, su voz impregnada de un miedo palpable.
—Por favor, señor Maxwell... ¡Perdóneme! —El hombre en el suelo apenas levantaba la mirada, sus manos juntas en un gesto de súplica—. No tenía otra opción… lo juro.




































































































