Capítulo cincuenta y nueve

La última advertencia de Chad

Sus dedos se movieron.

Su voz fue apenas un susurro.

—No lo hagas.

Me quedé paralizado.

Miré hacia abajo.

Sus ojos azules—tan condenadamente tercos—estaban fijos en los míos.

Incluso ahora.

Incluso mientras moría.

—No sabes lo que estás sacrificando —dijo, murmurando.

A...

Inicia sesión y continúa leyendo