Capítulo setenta y cinco

Los Enlaces Bajo la Corona

No dormí.

No podía.

Cada vez que cerraba los ojos, aparecía su rostro, el rostro de mi madre, derretido en cenizas con sus gritos, resonando una maldición cosida en mis huesos. Kael sabía lo que estaba haciendo. Cada recuerdo que distorsionaba era otra línea de tela arr...

Inicia sesión y continúa leyendo