Ciento tres

—Mamá... —balbuceé.

—Siéntate. —La firme orden fue suficiente para que no discutiera sobre el hecho de que solo llevaba una toalla y definitivamente necesitaría ropa.

Ocupé el sofá frente a ella, tratando de no temblar de miedo. Conocía esa mirada en sus ojos, y no me gustaba ni un poco. Había hec...

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