Cincuenta y nueve

—Oye, amigo, ¿quieres jugar? —Baron sostenía una pelota en su mano, me extendió una mano, la sonrisa en su rostro era contagiosa. No pude evitar sonreírle de vuelta.

Después del incidente en la cafetería, Baron y yo habíamos dejado el lugar y salido a sentarnos en las gradas. Habíamos estado jugand...

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