EPÍLOGO.

KESTER.

SEIS MESES DESPUÉS.

Era tarde y la lluvia afuera era intensa.

El Dr. Ansel se recostó en su silla con las piernas cruzadas como de costumbre, el bolígrafo descansando en el borde de su bloc de notas amarillo, y sus feas gafas descansando en el puente de su nariz.

¿Yo? Mis brazos estaban ...

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