Capítulo 3 No tengo nada, lo perdí todo.

Los días siguientes pasaron muy rápido, tanto que Olivia no lo había notado, consumida por la depresión. Dormía mucho, salía muy poco de su habitación y había perdido, al menos, un par de kilos.

Violeta se mostraba comprensiva y compasiva, siempre dispuesta a apoyarla, a dormir con ella cuando las pesadillas volvían y se hacían insoportables.

Con los días, también descubrió que en aquella casa nada era lo que aparentaba. Constantemente se escuchaban gritos; su tío resultó ser más que malhumorado: era violento. Su tía Leonor era amargada y cruel. Por lo general, querían que Violeta se encargara de todo en la casa.

Se sorprendió de que la única que salía a trabajar era su prima, pues su tío Leonardo siempre estaba en casa, o salía a beber o de fiesta con sus amigos. Su tía Leonor también permanecía en casa la mayor parte del tiempo, y en ocasiones salía al spa, de compras o a beber el té. Se sorprendió al descubrir que, con diecinueve años, era Violeta quien mantenía la casa.

Según su apreciación, su prima estaba siendo explotada por sus padres. Quería ponerse de pie y ayudarla, pero estaba tan triste; la tristeza era como un gran peso en sus hombros. Quizás ella terminaría muriendo por haber perdido a los suyos.

—¡¿QUÉ ES ESTO?! —escuchó que su tío gritaba en la habitación de su prima. Se sobresaltó de inmediato por lo enojado que se escuchaba—. ¡¿ME CREES IDIOTA?! ¿ME DIRÁS QUE ESTO ES LO ÚNICO QUE CONSEGUISTE? ¡NO SOY ESTÚPIDO!

—¡NO TENGO MÁS, LO JURO! —gritaba su prima.

Olivia saltó de la cama impulsada por el miedo. Quizás era un error involucrarse. Abrió la puerta de su habitación y se quedó paralizada, sin saber exactamente qué hacer. Escuchó un fuerte golpe y abrió sus ojos. ¿Qué estaba sucediendo? La tía Leonor no estaba en casa, así que no podría defender a su prima. ¿Por qué su tío golpeaba a Violeta?

Sin pensarlo más, corrió a la habitación. La puerta estaba abierta, así que entró. Violeta estaba sobre la cama, cubriendo su rostro. Apartó la mano y un hilo de sangre bajó de su labio inferior. Olivia abrió los ojos enormes. Su tío estaba de pie junto a la cama, con rostro enfurecido.

—¿Qué... qué sucede?

—Nada, Olivia, vuelve a tu habitación, cariño —le dijo Violeta.

—¡LO QUE SUCEDE NO ES ASUNTO TUYO! ¡O SÍ! DEBERÁS SALIR A TRABAJAR TAMBIÉN; ESTA CASA NO SE MANTIENE SOLA! —Olivia lo miró estupefacta.

—No hay problema, tío, yo puedo salir a trabajar, pero... no es necesario que golpee a Violeta.

—¡YO PUEDO HACER CON MI HIJA LO QUE SE ME DÉ LA GANA, Y NI TÚ NI NADIE PUEDE JUZGARME! ¡ES MI HIJA!

—Usted la está golpeando, tío —le dijo asombrada.

—¿Y ESO QUÉ? —caminó hasta ella y la miró desde su imponente altura. Olivia se sintió insignificante e intimidada.

—Tío... yo... —Violeta corrió y se interpuso entre ellos, tirando de Olivia y ubicándola detrás de ella.

—Olivia no tiene nada que ver en esto, padre —dijo Violeta de forma protectora.

—¡Por supuesto que sí! Es otra que está en mi casa viviendo y comiendo gratis, ¡que salga a trabajar! ¡Mi hermana era una idiota, ella y su marido criaron una inútil! —Olivia abrió sus ojos enormes, tanto por las palabras como por la ofensa a sus padres.

—Yo no le pedí venir aquí, fue usted quien me trajo. Mis padres eran seres maravillosos que sabían amar a sus hijos, eran incapaces de maltratarme como usted lo hace con su única hija. —Violeta salió disparada hacia la cama al recibir un fuerte empujón, y luego le siguió Olivia, quien no podía creer que su tío la había abofeteado. Su cara le dolía, pero la sorpresa le impedía llorar.

—Mira, muchachita altanera, solo te lo diré una vez: ten cuidado cómo me hablas, o te irá muy mal —dijo amenazante.

—Yo...

—No digas nada, Olivia —le pidió su prima.

—Yo quiero irme a mi casa —gimoteó.

—Tú ya no tienes casa —le dijo burlón.

—Regresaré a mi pueblo... a la casa de mis padres y... Violeta vendrá conmigo.

—¿A cuál casa? ¿De qué casa hablas? ¡Tú ya no tienes casa, porque yo la vendí —dijo en tono cruel—. Esa casucha ya tiene nuevos dueños.

—¡¿QUÉ?! —Olivia lo miró con ojos enormes mientras las lágrimas comenzaban a descender por sus mejillas.

—Así como lo escuchas: la vendí. ¿Cómo creerías que cubrí los gastos fúnebres? Mi hermana y el inútil de su marido no tenían ni un centavo —se encogió de hombros—. Tuve que vender la casa para pagar los gastos.

—Pero... pero... era lo único que me quedaba. —Sus abundantes lágrimas bañaban su rostro.

—Era, ya no es. Y mejor que vayas buscando un trabajo: la casa tiene gastos y debes ayudar con ellos, debes traerme dinero o tendrás que irte a dormir a la calle. —Sin decir más, se giró y se marchó. Olivia sintió los cálidos brazos de su prima rodearla y estrechar su cuerpo tembloroso.

—Lo siento mucho, Olivia —se disculpó ella.

—¿Por qué está tan enojado? ¿Por qué te golpeó? —la miró triste.

—Porque no traje suficiente dinero —se alejó y se encogió de hombros—. Casi siempre es así.

—Pero... ¿por qué no sale él y trabaja? —preguntó aturdida.

—Hace mucho que dejó de trabajar, unos tres años, quizás.

—¿Eres tú quien cubre todos los gastos? —Violeta asintió—. Pero... es demasiado, no solo los gastos de la casa, sino que... según he visto, la tía tampoco trabaja...

—No, no lo hace —volvió a encogerse de hombros.

—Y aun así tiene gustos... caros. ¿Intentas decirme que les entregas todo el dinero que trabajas? —la miró sin poder creerlo.

—Antes sí lo hacía, pero desde hace poco tiempo empecé a esconder dinero. Estoy ahorrando para irme lejos de ellos; podemos irnos juntas, donde no puedan encontrarnos. —Olivia no podía creerlo. Sus tíos se aprovechaban de su prima de aquella manera tan despiadada, y por si fuese poco, su tío se atrevía a golpearla por no llevar suficiente dinero. ¿Tres años? ¿Tres años sin trabajar? Aquello solo podía significar que desde los diecisiete años Violeta sostenía la casa y los gustos de sus padres. ¡Ellos se aprovechaban de ella! ¿Por qué lo hacían? ¿Acaso no la querían?

—Yo... me cuesta tanto asimilar todo esto. Pero, supongo que juntas podemos salir adelante. ¿Cómo el tío fue capaz de vender mi casa? —dijo llorosa.

—Mi padre es capaz de eso y muchas cosas más —dijo con amargura.

—Ahora no tengo nada, ni padres, ni hermana... —su voz tembló—; ni siquiera tengo casa.

—Pero me tienes a mí —le sonrió—. Tú y yo lograremos salir de aquí. Estoy juntando dinero, solo necesito un poco más de tiempo —le sonrió débilmente.

—Desde mañana saldré a buscar empleo —secó sus lágrimas—. Entre las dos será más fácil.

—Conseguir trabajo aquí no es fácil, Olivia. Si no tienes experiencia, no te tomarán en serio.

—Eso no es problema, yo aprendo muy rápido. Seguramente lograré conseguir un empleo que ayude a que el tío esté contento y deje de golpearnos. —Violeta suspiró y negó.

—Sin experiencia, lo que te pagarán no alcanzará para nada.

—No importa, quizás pueda encontrar dos trabajos de medio tiempo —tocó la mejilla de su prima—. No quiero que él vuelva a golpearte.

—Olivia, querida, no tienes ni idea —la miró con miedo—. Traigo grandes sumas de dinero y aun así no es suficiente.

—Quizás puedas llevarme a trabajar contigo —le dedicó una media sonrisa.

—No, Olivia, lo último que quiero es que tú te involucres en mi mundo.

—¿A qué te refieres? —le preguntó frunciendo el ceño.

—Mi trabajo no es decente, Olivia. Yo... trabajo vendiendo placer —dijo avergonzada, y Olivia abrió los ojos enormes ante esa confesión.

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