Capítulo 7 Mira nada más, ¡qué belleza!

Violeta la miró en silencio por algunos minutos, se alejó un poco. Su mirada se tornó seria y preocupada.

—No, no, Olivia, yo no te quiero en este mundo, esto no es para ti.

—¿Entonces qué hago? ¿Me dejo morir de hambre, dejo que el tío me muela a golpes, me voy a dormir a la calle donde pueden pasarme cosas peores? —dijo angustiada—. Esta no es una decisión fácil, Violeta, pero es la más inteligente.

—No, Olivia...

—Me has dicho que son hombres... elegantes, exclusivos, así los llamaste. ¡Ayúdame, Violeta!

—No puedo, no puedo porque conozco en carne propia todo el dolor que esta vida te deja. Es muy difícil salir luego que entras.

—No tengo nada que perder, Violeta. No tengo padres que puedan avergonzarse, ni una hermana a la que darle ejemplo, ni siquiera tendré mi sueño de estudiar y superarme por ellos. No tengo nada, más que el miedo a ser golpeada y el hambre que me atormenta.

—Olivia...

—Tú puedes ayudarme —le dijo convencida—. Así será más fácil poder reunir el dinero que necesitamos para irnos de aquí, Violeta. Tú y yo saldremos adelante, pero ayudémonos.

—Olivia... Olivia...

—Por favor, te lo ruego, no lo soporto más. Al menos con el dinero él estará feliz, y podré guardar un poco. Todo mejorará para ambas.

—¿Alguna vez has estado con un hombre? —le preguntó sin apartar la vista de ella.

—No —respondió sinceramente—. Pero solo necesito que me ayudes, explícame lo que debo hacer.

—¿Te das cuenta, Olivia? Hasta eso perderás, la oportunidad de estar con alguien por amor —la miró preocupada.

—Una cosa compensa otra; por ahora solo necesito alimentarme y sobrevivir, lo demás lo veré sobre la marcha. —Pasaron largos minutos en silencio—. Bien, Olivia, pero todo se hará como yo te diga, debes seguir mis instrucciones al pie de la letra.

—Se hará como tú digas —le aseguró Olivia.

—Ahora ve y toma una rápida ducha, debemos prepararte.

Media hora más tarde se observaba en el espejo. Se buscaba en el reflejo y no se hallaba; aquella parecía una mujer más adulta, más madura, una mujer que no era ella.

Aquel vestido rojo se pegaba a su esbelto cuerpo, realzaba sus pechos y estrechaba aún más su cintura. Los zapatos de tacón alto la ayudaban a darle más estatura. Violeta había tomado su cabello y lo había peinado todo hacia un lado, haciendo un moño que dejaba al descubierto su cuello. Ella aseguraba que eso era lindo y resultaba llamativo.

Su boca estaba pintada con labial rojo. Sus ojos no llevaban sombra de color, pero sus pestañas, ellas sí tenían muchas capas de pestañina. Sus ojos, dibujados con lápiz negro, hacían que su mirada resultara felina, y las notas verdes de sus ojos parecían brillar más que nunca.

—Estás preciosa —le dijo Violeta.

—Es impresionante, ni siquiera parezco yo —dijo asombrada.

—Eso es bueno. Olivia, pasaremos a un restaurante y comeremos algo primero. La mayoría de los clientes te piden que le acompañes a beber una copa y no es bueno hacerlo con el estómago vacío.

—Te agradezco mucho, tengo demasiada hambre.

—Lo segundo, es que no debes beber demasiado —le advirtió.

—Nunca lo he hecho —dijo preocupada.

—En ese caso, acepta la primera copa que te ofrezcan, e intenta no llegar a la segunda. Bebe a sorbos pequeños y delicados.

—Bien, puedo hacerlo.

—Por lo general, a ellos les encanta presentar su oferta, que de seguro será bastante alta, al verte por primera vez en el lugar. Explica de forma sutil que jamás has intimado con un hombre, y triplica su oferta.

—¿Triplicarla? —la miró con ojos enormes—. Pero si tú misma acabas de decir que ofrecen mucho dinero.

—Triplicarla —corroboró—. No importa cuánto ofrezcan, tú triplica el monto. Esos hombres tienen muchísimo dinero; es mucho para nosotras, más de lo que podríamos ganar en mucho tiempo, pero para ellos es quitarle un pelo a un gato, así que: será tu primera vez, asegúrate de que paguen bien.

—De acuerdo —asintió.

—Olivia, suelen ser hombres respetables y de mucho honor, pero deja en claro que el dinero es en efectivo y por adelantado.

—Parece que estuviésemos hablando de que van a comprar papas —dijo nerviosa.

—Esto es un negocio, cariño, y no queremos que nos vean la cara. Toma nota de todo lo que estoy diciendo. Con suerte, esta noche conseguiremos buenos clientes y volveremos con mucho dinero.

—Violeta... en cuanto a... ya sabes, ¿qué debo hacer? —dijo angustiada y con la vergüenza brillando en su rostro.

—Aunque no me creas, será algo de instinto. Solo imita lo que él haga. Intenta relajarte, sé que es difícil, pero eso ayudará mucho. Mientras más relajada estés, mejor resultará todo —aconsejó.

—Bien, prometo que no olvidaré nada.

—Si recuerdas lo que he dicho y controlas tus nervios, todo estará bien —la miró con ternura.

—De acuerdo.

—Ahora vámonos, la noche está bastante avanzada ya. —En cuanto llegaron a la sala, se encontraron con Leonardo y Leonor frente al enorme televisor—. Ya nos vamos —dijo Violeta, reclamando la atención de ambos.

—¡Mira nada más qué belleza! —Leonardo se puso en pie y fue hasta ellas—. Veo que al fin te has animado a trabajar de verdad. —La tomó de ambas mejillas y besó su frente. Olivia quiso retirarse, pero se mantuvo.

—Olivia ha decidido ir a trabajar conmigo.

—Una decisión magnífica, seguro le irá muy bien. Pero, ¡mira nada más lo preciosa que está! —sonrió ampliamente y Olivia se sintió asqueada de llevar su misma sangre—. Ahora terminen de marcharse, que les vaya muy bien. ¡Traigan mucho dinero a casa, mis niñas!

Y así, sin escuchar nada más, salieron a la calle. En cuanto Violeta cerró la puerta tras ellas, suspiró pesadamente.

—Es un cerdo —dijo de su propio padre.

—De los peores —aseguró Olivia—. Le tengo tanto miedo.

—No es para menos —volvió a suspirar—. Ahora, esperemos un taxi, vayamos a comer y luego nos iremos al club. Con suerte, hoy tendremos clientes exclusivos.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo