Capítulo sesenta y tres

Roman parecía estar listo para tomarla de nuevo cuando su teléfono vibró en la mesita de noche. Miró para ver quién llamaba. Su mandíbula se tensó. —Es Peters.

Y así, la suavidad de la mañana se evaporó.

Roman agarró el teléfono, rodando fuera de la cama con una maldición murmurada. —Peters.

Blai...

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