Los tres gigantes

—Ha estado en silencio, ¿verdad? —Marianne se acercó a su hija, poniendo su mano sobre la de Alorea, sintiendo el ritmo de su corazón.

—¿Cómo lo supiste? —murmuró Alorea, con los labios temblorosos, mordiéndolos con fuerza.

—Lo veo en tus ojos. Algo ha cambiado. Sin tu lobo interior, estás indefen...

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