Capítulo 37. Rendición inevitable.

Elira Vassile

Mis labios se apretaron con tanta fuerza que por poco me muerdo.  No por orgullo. No por rabia. Por miedo. Miedo a lo que ese hombre provocaba en mí.

Porque tenía razón. Yo no podía odiarlo.

Yo lo deseaba.

No sabía en qué momento la distancia entre nosotros había desaparecido. Sol...

Inicia sesión y continúa leyendo