Capítulo 49. Engañarse a sí misma.

Killian Deveraux

—No es negociable, Killian.

La voz de Mikel se sintió como un veredicto. Imparcial. Inquebrantable. Como un maldito juez que ya había tomado su decisión antes de oír la defensa.

Yo me recosté en el respaldo de mi silla, con los brazos cruzados, estudiándolo. La vena en su cuell...

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