89: Mordido y roto

Una semana. Siete días. Ciento sesenta y ocho horas. Y un montón de minutos para sentarse y pensar, agonizar sobre lo que está por venir. Minutos para pensar en cómo Gabriel no es quien yo pensaba que era, quien quería creer que era.

—Debería irme—. Las palabras salen de mi boca. Mi lengua apenas s...

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