Capítulo 3 Primera Parte | Capítulo 2: ¿Me Conoce...? — II
A pesar de que Rhys Simon es un escritor muy famoso, e influyente al menos ha sido así desde hace unos años atrás y sé que seguirá siendo así por mucho más tiempo. Él siempre ha evitado todo tipo de entrevistas, encuentros con sus fans, y las tan ansiadas por algunos —incluida yo—, firmas de libros.
A lo que me refiero es que, al parecer una persona bastante retirada de los medios de comunicación, aunque creo que tiene suficientemente claro hasta donde ha llegado su influencia, su forma de ser expresada a través de su atrapantes y misteriosos manuscritos.
Ahora solo quiero ser la profesional que siempre soy cuando se trata de mi trabajo. No ser la chica que se distrae, no ser aquella que siempre está pensando y organizando todo lo referente a sus propias historias, debo de dejar eso de un lado por ahora, como siempre lo he hecho.
Él se ha quedado en silencio durante un momento y la verdad, no sé qué pensar con respecto a eso.
Admito que, esperaba poder conocer el rostro de la persona que en algún momento me hizo ser tan talentosa como lo es él, pero no siento que haya perdido nada mientras pueda trabajar con él.
— ¿Señor Simon...? —pregunto, porque no hace ningún ruido a pesar de que su micrófono está claramente encendido.
—Sigo aquí. —puedo oírlo suspirar varias veces.
—Señor, como permítame informarle que, si sigue pensando en rechazarme como su editora, tendríamos un serio problema, más que todo usted. —musito.
— ¿Es una especie de amenaza que no he logrado descifrar...? —me encojo de hombros porque a diferencia de él, yo sí tengo mi cámara activada y él puede verme a la perfección.
—No lo es, y puede creerme o no. Puede pensar lo que usted desee, pero es la verdad. Mis compañeros, incluyéndome tenemos varios proyectos no solo de novelas únicas en nuestras manos, sino también de libros que pertenecen a ciertas series de libros. Otros tomar su tiempo de vacaciones, algunos otros están ocupado cubriendo eventos de la editorial fuera del país. —hago saber, porque lo probable es que no lo sepa.
—Señorita Moore, usted... —frunzo el ceño, centrándome en su manera de llamarme y no porque me guste o algo así, si no porque estoy segura de que escuché esas palabras, con ese mismo tono de voz en otro lugar—. ¿Me está escuchando...? —pregunta y entonces salgo de mis pensamientos.
—No, discúlpeme, ¿podría repetirlo...? —pregunto algo apenada.
—Le decía que entiendo su pasión por este trabajo, me hablaron muy bien de usted y de los trabajos que han estado a su cargo. Pero no puedo aceptar que sea mi editora. —respiro profundo y ruedo los ojos.
—Señor Simon, creo que no entiende por completo lo que le estaba diciendo señor, así que... —él me interrumpe.
—Señorita, lo comprendo, y sé que llegaré a un acuerdo con la editorial, después de todo soy uno de sus escritores más grandes y sé que esperan que me sienta cómodo con quien vaya a trabajar. —frunzo el ceño, y pestañeo varias veces.
—Señor, discúlpeme, pero creo haber entendido que no se siente cómodo trabajando conmigo. ¿Eso quiso decir? —soy paciente, y me caracterizo por soportar muchas cosas, pero no esto.
—Señorita Moore, no quiero trabajar con usted, no creo en lo personal que sería una muy buena editora y prefiero entregarle mi trabajo y las decisiones de este nuevo proyecto a alguien con quien ya este familiarizado, a alguien que estoy seguro que mucho más sensato y maduro al momento de decidir y de corregir alguna escena, algún dialogo o falencia en la ortografía y estética del libro. —lo que dice y en el tono en que lo dice, no me gusta. Creo que no es el adecuado.
— ¿Me conoce...? —le pregunto un tanto enfadada—. Respóndame. Porque me parece que es tan bueno juzgándome como escribiendo. Sí, soy la editora más joven de esta casa editorial, pero eso no mide mis capacidades y usted las está haciendo menos solo por esa razón, y eso no se lo permito a nadie. Además, si esta editorial no hubiera visto algo en mi forma de trabajar, yo no estaría aquí, si no fuera buena en lo que haga no me hubieran puesto al mando de su trabajo. —no dice nada, pero yo me muerdo la lengua por no decir más, porque puede terminar mal.
La editorial siempre me ha tratado como una igual, como si fuese tan adulta como el resto de persona que laboran aquí, mis escritores, los que están a mi cargo, no se quejan de mi forma de dirigir sus proyectos. Pero él, él ni siquiera me conoce, no ha trabajado conmigo antes, no ha visto ninguno de mis trabajos, no sabe nada de mí persona, no sabe nada de mi profesional, pero está juzgándome, y a mi trabajo también.
—Señorita... —lo interrumpo.
—No, si va a decir algo más procure que no suene de manera ofensiva o que no sienta que está juzgándome solo por no tener un título. —puedo escucharlo suspirar.
—Mire, no se trata de usted, soy yo quien no quiere trabajar con usted. Sé que no le va a gustar trabajar conmigo. —me cruzo de brazos.
— ¿Por qué según usted...? —cuestiono mirando fijamente la cámara de mi laptop—, solo deme la oportunidad demostrar que si me merezco trabajar con usted y que no soy como usted piensa.
—No, yo... —lo interrumpo perdiendo mi paciencia.
—Por amor a Dios, ¿cuál es su problema conmigo...? —exclamo bastante molesta.
— ¡Eres solo una niña! ¡Va a ser malditamente incomodo! —entonces mi sospecha deja de serlo. Lo conozco, reconozco su voz.
— ¿Nos conocemos, no es así? —como respuesta a mi pregunta desactiva su micrófono—, esa es respuesta suficiente. Señor Simon, yo... —trato de decir palabra, pero él me corta.
—No, no nos conocemos. No se haga ideas raras señorita Moore. —el tono que usa es tan gélido que podría compararse con un tempano de hielo.
— ¿Entonces deme una respuesta más justa y más madura? Porque que dijera que será incomodo no me es una razón suficiente. Créame he leído muchas de sus obras y sé que por lo menos el sesenta y cinco por ciento de ellas forman parte del género erótico, así que no tenemos problema con ella. Y solo suficientemente grandecita como para saber qué demonios es el sexo.
— ¿Cómo puede hablar así? —le resto importancia a lo que dice.
— ¿Por qué? ¿Por hablar de sexo? Somos conscientes señor, que para dos personas maduras y con la suficiente sensatez hablar de ello, no requiere un problema. Además, no soy una niña de quince años que no sabe nada sobre sexualidad. —le dejo en claro.
—No quiero seguir hablando del tema. —me río.
— ¿Ahora quién es el adulto y quién no...? —cuestiono con burla dentro de mis palabras.
—Señorita Moore, a vista de que no piensa ceder y ya que llevamos casi cuarenta minutos de nuestro tiempo discutiendo sobre esto. Voy a aceptar que me envié esos manuscritos en los que trabajó, y si me convencen, aceptaré que sea mi editora, aunque primero querré probarla. —asiento, mientras escucho sus palabras.
—Me parece razonable. Fue un gusto conversar con usted por primera vez. —le sonrío amablemente. Y sé que sabe que terminé ganando.
—Igualmente. —dice y desaparece de la reunión.
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