Capítulo 5 Primera Parte | Capítulo 4: Exhausta - Parte II.
Violet Moore.
Miro a Allen esperando que eso sea suficiente.
Diferente a lo que creo, él observa a mis compañeros, quienes estan más que conformes con lo que he explicado, pero por su estupido estado de animo, claramente malo, se nota en su mirada que ya decidió molestarme un poco más.
—Díganos, cual es una de las maneras más simples para evitar el sexismo lingüístico. —eso ya lo dijo él mismo, solo está poniéndome a prueba.
—La más común es usar términos que incluyan a ambos géneros, a nosotros como seres humanos en general. Pueden ser: La Humanidad, Seres Humanos, La Sociedad, etc. —él asiente, y al parecer esta vez yo gané. Mis compañeros aplauden, no todos, pero sí la gran mayoría. Sonrío y regreso a mi asiento.
—Dejen de aplaudir, lo único que su compañera hizo, fue explicar un tema que ya les había explicado. No tiene ninguna novedad. —definitivamente tengo ganas de mandarlo a volar de una maldita patada.
En cuanto vuelvo a mi lugar, suspiro y niego con la cabeza, asegurandome claro, de que él no me vea. Seguramente una minima cosa como esa, alteraría más a nuestro molesto maestro el día de hoy.
—Lo hiciste muy bien, Violet... —me dice Isa, muy feliz. Pero yo solo la miro con el ceño fruncido.
—No deberías decir nada, Isa. Me dejaste sola en las fauces de ese estúpido lobo hambriento. —digo por lo bajo, mientras escucho la fecha del último informe que nos pidió hace una semana el señor Allen.
—Lo lamento, pero sabía que tu podías hacerlo bien, es decir, eres la dueña de este salón cuando se trata de exponer o explicar algo, te sale tan natural. Y aunque Allen lo niegue, sé que él sabe que lo hiciste genial. —sonrío, porque es imposible que me moleste mucho con ella. Además, era la mejor manera de bajerle un poco el temperamento hoy a nuestro profesor.
—...
...
Antes de salir de clase, después de que terminamos con Allen, pude notar encima de su escritorio uno de los libros de mi nuevo tormento, Rhys Simon. Y aunque no me agradó la actitud de Allen hoy, no me quejaré de sus gustos literarios, pues el libro que al parecer está leyendo, es uno de mis favoritos.
Voy saliendo de la universidad, y mi cuerpo no se siente para nada bien. Mi madre suele decir que mezclar el cansancio, con enojo y sobre forzarse no es para nada bueno, ahora veo cuánta razón tenía. Camino, pero soy consciente de que arrastro los pies, y por más que quisiese pedirle a mi hermano que pase por mí, y me deje en mi departamento, no podría hacerlo.
Debí haberme tomado ese...
Entonces sucede, me tropiezo con un grupo de chicos, que en lugar de ayudarme simplemente se marchan. Idiotas.
Trato de levantarme con cuidado, pero mi vista a comenzado a nublarse.
No es el momento.
Busco mi celular, para llamar a alguien, porque no puedo quedarme aquí, o irme sola. Pero entonces, alguien me toma de la muñeca y de la cintura ayudándome a levantar.
—¿Qué haces allí tirada...? —reconozco la voz de Allen al instante. Se para enfrente de mí, y no sé qué gesto hace, ni como me veo yo, pero sí que me coloca la mano encima de la frente—. Estas ardiendo en fiebre. ¿Tomaste...? —lo interrumpo.
—Maestro siga su camino y déjeme tranquila. —sigo caminando o dando pasos torpes sola, pero lo escucho detrás o al lado mío.
—No puedes andar por ahí así... —me encojo de hombros.
—No es su problema. —llego a una esquina de la universidad y me detengo al lado de un poste, sujetándome de él.
—¿No...? ¿Por qué demonios no tomaste tus medicamentos? —pregunta, pero me suena más a un reclamo.
—He estado muy ocupada, tuve un pequeño problema en el trabajo, mucha tarea, mis libros y... —me interrumpe.
—Tu salud es mil veces más importante que eso... —comienzo a hiperventilar. Y él suspira, lo que ocurre es que siento sus manos debajo de mis rodillas, y en mi espalda, para después levantarme.
—¿Qué crees que haces? —le hablo de manera normal—, si llegan a verte vas a tener problemas.
—No importa, tú hermano me mataría..., eso es peor que meterme en problemas. —Solo siento que me deja sobre el asiento de un auto, y luego el sonido de la puerta cerrarse. Y luego una pastilla intentando abrirse paso por mi boca, hasta que logra ingresar—. Trágatela. —me ofrece agua. Solo obedezco tampoco es que fuera a matarme.
—¿Qué es...? —siento como el auto se comienza a mover.
—Tú hermano se preocupa más de lo que crees por ti, así que me las dio. Son tus pastillas, así deberías de comenzar a sentirte mejor en un momento. Descansa, estas bien... —asiento.
—...



























