Capítulo tres: Se registró
Emma se despertó con el sonido implacable de su despertador, frotándose los ojos mientras miraba la hora. Casi las 9 am... el día en que debían registrar su matrimonio antes de la ceremonia propiamente dicha.
Con un suspiro, balanceó las piernas al costado de la cama y se estiró, sintiendo el peso del día que se avecinaba caer sobre sus hombros.
Después de una breve ducha para revitalizar sus sentidos, Emma se dirigió al vestido perfectamente dispuesto sobre su cama, el que el hombre había traído el día anterior. Cuando extendió la mano para tomarlo, su mano vaciló en el aire, una chispa de rebeldía encendiéndose dentro de ella. ¿Por qué debería adaptarse a sus expectativas? ¿Por qué debería usar un vestido seleccionado para ella por alguien más?
Con un suspiro decidido, guardó el extraño atuendo, decidiendo en su lugar buscar entre su ropa algo más indicativo de su propio estilo. Después de todo, era su matrimonio el que estaban registrando, su momento para demostrar su soberanía.
Justo cuando terminó sus preparativos, el timbre sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Emma se detuvo por un minuto, preparándose para lo que seguiría, antes de proceder a abrir la puerta.
Allí estaba el hombre del día anterior, su semblante una combinación de irritación e impaciencia. Su mirada recorrió con desaprobación el atuendo seleccionado por Emma, una censura tácita por su desobediencia.
—Señorita Miller, tenemos ropa para usted en la caja que traje ayer —declaró secamente, su tono sin dejar espacio para disputas.
—Lo siento, pero no son de mi estilo —dijo Emma en voz baja, su determinación fuerte.
La voz del hombre se tensó, su tolerancia disminuyendo. —Al señor Jason no le gustará esto. Por favor, coopere.
—No puedo usar eso —declaró Emma con fuerza, su voz teñida de enojo.
—Va a molestar al señor Jason —advirtió, su tono conteniendo una amenaza oculta.
Emma tragó el nudo que se formaba en su garganta, su resolución fallando por un minuto bajo el peso de sus palabras. Pero pronto se deshizo de la duda, sabiendo que no podía sacrificar sus ideales para complacer a otros.
Con un asentimiento resignado, siguió al hombre hasta donde un hermoso Bentley Bentayga negro los esperaba.
Sintió la tensión crecer a medida que se acercaba al automóvil.
Sin darle mucho tiempo para prepararse, él desbloqueó la puerta del vehículo y le ordenó que subiera. Emma dudó, pero finalmente consintió.
Mientras se sentaba y el hombre cerraba la puerta, sintió un cuerpo cálido empujar contra el suyo...
Emma se giró para encontrar a Jason Astor sentado frente a ella, su mirada feroz encontrándose con la suya.
Era obviamente hermoso, con una mandíbula fuerte y una barba bien cuidada. Sus ojos eran de un azul sorprendente, y su cabello negro estaba despeinado justo lo necesario.
Tenía un aire de confianza, y su sonrisa era tanto atractiva como un poco extraña. A pesar de la incómoda situación, Emma no pudo evitar sentirse atraída por él.
Jason se volvió hacia Emma.
—He oído que hubo un problema con el vestido que proporcioné.
Emma lo miró firmemente a los ojos. —El atuendo no era de mi gusto. Elegí mi propia ropa en su lugar.
—Probablemente no comprendas la situación aún —la voz de Jason goteaba desdén, enviando escalofríos por la columna de Emma—. Aunque nos vamos a casar, tú no eres más que una mascota que mis padres compraron por millones. ¿No deberían las mascotas conocer sus tareas y obedecer a sus amos?
Sus palabras fueron como un golpe al corazón de Emma, recordándole que su matrimonio no era más que un arreglo comercial, y que ella estaba en una clara desventaja.
—Como expliqué, no era de mi gusto —respondió Emma, intentando mantener su voz calmada a pesar del tumulto interior—. Elegí otro atuendo que me hacía sentir cómoda...
Pero antes de que pudiera continuar, Jason se abalanzó hacia adelante y le arrancó la camisa roja, el sonido de los botones estallando resonando en la tensa atmósfera. Emma automáticamente buscó cubrirse, sintiéndose expuesta y vulnerable.
—Ahora te doy dos opciones —añadió Jason, su voz desprovista de cualquier emoción—. Cambia al vestido que preparé o rechaza casarte conmigo.
Con el corazón triste, Emma levantó la cabeza para encontrarse con la mirada de Jason, encontrando rastros de odio y desprecio en sus ojos. Reconoció que había despertado todos esos sentimientos en él y sabía que ella era la fuente.
En ese momento, finalmente tuvo una visión cercana del hombre frente a ella, Jason Astor. Su manera fría le provocó un escalofrío, haciéndole comprender la seriedad del dilema en el que se encontraba.
—Me cambiaré —dijo Emma lentamente, su voz apenas por encima de un susurro. Se dio cuenta de que la resistencia solo conduciría a más agonía.
En la Oficina de Asuntos Civiles, Jason y Emma pasaron rápidamente por los trámites, el peso de su inminente matrimonio colgando pesadamente en el aire.
Al salir de la oficina, Jason no le dedicó a Emma una segunda mirada, su apatía perforando profundamente su espíritu.
—Vamos —ordenó al conductor que esperaba, su tono severo.
Mientras se sentaban en el vehículo, Emma no pudo evitar dejar que su mente divagara. Se preocupaba por lo que implicaría su matrimonio con Jason, sabiendo que él claramente no la deseaba. Este era su primer contacto desde que lo vio por última vez hace unos quince años, antes de que se mudara a Australia, y aun así la trataba con tanto desdén. ¿Rasgar su ropa era solo el comienzo? ¿En qué se había metido?
Con el corazón atribulado, miró el archivo marrón que descansaba en su regazo, llevando su certificado de matrimonio. Tomó una respiración profunda, intentando calmar sus ansiedades mientras la duda nublaba su mente.
Mientras tanto, Jason hervía de furia. Había esperado que Emma renunciara al matrimonio después de que él rasgara su ropa, pero su tenacidad solo inflamaba su ira. Con la ceremonia de boda acercándose, no podía escapar de la sensación de estar atrapado en una situación que nunca quiso. Mirando a Emma, no podía evitar preguntarse qué estaba pasando por su mente.


























