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Entré furioso al bar del club, lleno de rabia. Tiré mi chaqueta a un lado.

—¡Whisky, solo!— grité al barman.

—Enseguida, jefe— dijo rápidamente. Me sirvió la bebida y la deslizó hacia mí.

La bebí de un trago, dejando que el alcohol quemara mi garganta y recorriera mi cuerpo. —¡Otro!— gruñí. Y tom...

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