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Abrí la boca para hablar, pero luego la cerré de nuevo. Suspiré profundamente, sabiendo que ya había hecho suficiente daño. Tenía suerte de tener un padre como el mío... Un padre al que decepcioné incontables veces, pero que aún así me apoyaba como nadie más lo hacía. Le debía el mundo.

Era hora de...

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