30

Donte se rió, acercándose a mí hasta que apenas había espacio entre nosotros, haciendo que mi corazón latiera frenéticamente contra mi pecho. —Te dije que no soy un lobo tan malo.

Solté una risita nerviosa. Me di la vuelta para ver a sus hermanos parados detrás de nosotros, Iglesias y Arturo.

—¿De...

Inicia sesión y continúa leyendo