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maya

Llegué al trabajo y me dirigí a la recepción, donde Sainabou estaba sentada, como de costumbre.

—Buenos días —sonreí, saludándola con la mano.

—Buenos días —me respondió.

—¿El señor Abruzzi ya ha llegado? —pregunté.

—Sí, está en su oficina.

—Gracias —respondí.

Tomé una respiración profun...

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